jueves, 11 de agosto de 2011

Aquello

La peor respuesta es la que incluye ninguna respuesta en ella.
P.L.

Me sentía muy a gusto el día de hoy, mi traje recién había sido lavado en la tintorería y su textura era más deliciosa que nunca, los muebles victorianos relucían tenuemente con su madera barnizada y la chimenea ardía a gusto entregando un bondadoso calor, estabamos sentados en sendas sillas de recia madera de roble recubiertas de terciopelo, apuntando hacia la chimenea. Era un día nublado, de esos que tanto me gustan, no hace demasiado calor, ni demasiado frío, pero sobretodo son las nubes y su gris encanto que generan graciosas formas, o cuando se arremolinan en continuados valles grises cuando está a punto de ponerse a llover. Adoro ese momento de estática antes que se libere el liquido de la vida sobre la tierra, calido, vibrante, se siente en la piel y los cabellos, un momento encantador. Me encontraba junta a un muy querido amigo, disfrutabamos una amena conversación entre hombres: deporte, caza, mujeres, negocios. Los temas se acabaron, conversamos por horas, las luces que proyectaba la chimenea danzaban en muchos sentidos, y el día comenzaba a apagarse. Pronto nos encontramos sencillamente sentados disfrutando la compañia el uno de él otro. Cuando, tan inesperadamente como siempre ha ocurrido durante toda mi vida, la voz habló, amena, divertida, repentina.

- ¿Ha sido un encantador día, no es cierto, Charles?
- Oh, si que lo ha sido

Claro que no contesté en voz alta, tal vez ni siquiera abrí los labios, sencillamente lo pensé, o tal vez lo sentí. Estaba acostumbrado a aquella voz, melodiosa, segura, pero que escondía otras intenciones, siempre tenía otras intenciones, siempre. Cada vez que aparecía, hacía aquello. Me estaba empezando a acostumbrar a aquello.

- ¿Sabes lo que haré ahora, no Charles? -se divertía, y como se divertía.
- Lo llevas haciendo toda mi vida, adelante - suspiré resignado.

Hubo un cambio en el ambiente que solo yo pude percibir. O tal vez... quizá mi querido amigo, Stanford, o solo Stan, también lo percibió. Honestamente lo dudo, solo puso la cara que todos ponen cuando sucede aquello y yo con una esperanza futil, que pese a mis 35 años aún no decae, intento engañarme pensando que se ha dado cuenta, que puede ver lo que yo veo y sentir lo que siento.

- ¡Charles!, ¿como hiciste eso? - exclamó sorprendido

Aún no entiendo por que es justo eso, lo que todos preguntan la primera vez que sucede aquello. Siempre la misma pregunta, cuanta orignialidad. ¿Entenderían si se los explicara?, ¿o solo quieren satisfacer su morbosa curiosidad para ir con el chisme y tener algo interesante que contar? Prefiero no explicarlo, me tomarían por un loco. Así que he aprendido a dejar caer una frase por acá y otra frase por allá y la gente rellena los agujeros, es casi magia dirían muchos. Yo que llevo viviendo toda la vida así, sé que solo es falta de curiosidad, el actual cáncer de este mundo.

- ¿Como hice qué? - pregunté, en parte realmente sorprendido por que nunca he sabido como pasa, y en parte por que es lo que quiere escuchar, lo que sabe que escuchará.

- ¡La silla, tu cuerpo!, ¿estoy alucinando acaso?
- Deberías ir a ver al Sr.Landry y que te examine la vista - bromeé con una sincera sonrisa
- ¿Ah?... pero te acabas de mover, toda la silla... ¿o acaso fui yo?, ¿estaré teniendo lagunas mentales?, tal vez me moví y moví mi silla y ahora no lo recuerdo.

¿Como es que la gente imagina lo peor de un segundo a otro?, simplemente no lo viste Stan, simplemente es inexplicable, deja de intentar verlo, no lo harás.

- Stan, llevamos horas sentados en la misma posición - dije con un tono de "como-no-te-das-cuenta", y evidentemente era mentira, únicamente yo podía sentir aquello, el como me movía, luego de que la voz hiciera su acto de presencia, siempre pasaba.

Me desplazaba através de las sombras alejandome de todo ser viviente. Podía ser incluso una delgada línea generada por una reja, pero me movía sobre ella de todas maneras, era como levitar, solo que mis pies no se despegaban ni un milímetro del piso. Ni mis pies, ni la fornida silla de roble, ni la alfombra debajo. Se desplazaba todo. Silenciosa, estática e inexplicablemente. Un día sucedió aquello cuando un alegre perro en plena calle se me acercó meneando graciosamente su cola. Había un muro que proyectaba una sombra a lo largo de toda la calle. Apareció la voz y pronto me vi haciendo un acto de hechicería deslizandome cada vez más lejos del perro. Ni siquiera las hojas secas de los arboles en el piso crujían, o se rompían mientras pasaba. El perro juguetón me persigió encantado. Debo decir que ha sido una de las peores experiencias de mi vida.

- ¿Estas bien Stan? - pregunté preocupado, vi que se ponía pálido de incredulidad, y se tomaba las sienes poniendo una mirada terrible ante la idea de tener principios de Alzheimer a tan temprana edad.
- Si... s-si.

Claro que no lo estaba, la gente que iva paseando aquell "día del perro" puso la misma cara, morían de incredulidad y no solo no se acercaban a preguntarme (de todas formas sé que no podían), sino que hacían los actos mas inverosímiles ante algo que según ellos no debería suceder. Hubo un par que hecharon a correr desquiciadamente en direccion contraria, casi siendo atropellados. Otro se tiro al piso de espaldas, santiguandose repetidas veces mientras se incrustaba un crucifijo en la frente. Una dama se desmayó, mientras la otra que la acompañaba pidió un taxi y se fue Dios sabe donde. En serio, la gente me sorprende. Pero en parte lo peor fue el perro.

Continuó, y continuó persiguiendome, le fascinaba verme desplazarme maravillosa y tétricamente por las sombras del piso que proyectaba la pared, deslizandome como en aquellas peliculas de miedo baratas, o como en las pesadillas. Hasta que en un momento dado, ni el mismo perro se dió cuenta que cruzaba la calle, yo estaba a salvo, en los autos había gente, y me proyectarían de la misma forma que el perro alejandome de ellos. Pero el giro que dio la situación fue el siguiente: llegue al final de la sombra proyectada por la pared, el perro dio un salto, me proyecté por la esquina a la derecha producto del salto del perro, como si me repeliera un gigntesco imán de personas del tamaño de mi cuerpo. El pobre perro pasó de largo y un veloz auto le golpeó el hocico. Aún escucho el CRACK producido por su cuello siendo torcido a veces por las noches. La voz dio una enorme carcajada y se apagó. No quiero imaginar que hubiera pasado, si en vez de un alegre perro, fuese un alegre niño el que me siguió ese día.

De pronto Stan se paró de un salto, (¿No me digas que me perseguirás tu también?) dio un par de pasos hacia mí, y toda la silla, conmigo incluído retrocedieron unos pasos através de las sombras proyectadas por la chimenea. Si esto seguía así podría ser impulsado hacia la chimenea, u oir un nuevo CRACK más humano esta vez si Stan decidía lanzarse por la ventana, no me hubiese extrañado.

Vi como sus ojos se abrían y se frenaba en seco. Yo sabía que no podría acercarme, y quería advertirle, tenía que advertirle, era mi querido amigo Stan. No podía quedarme indiferente ante la idea.

- Stan, ¿por que pones esa cara? - dije con el tono más asustado que tenía - Sientate, hombre, relájate y no pongas ese rostro, no tienes Alzheimer ni mucho menos - le dije en un tono cortante, aún teñido de miedo y queriendo decir que se dejara de jugarretas.

- E-está bien, n-no sé que me habrá pasado, de pronto sentí que perdía un poco el juicio, jeje

Stan se volvió a sentar, y mi silla no se volvió a desplazar. Claro que estaba perdiendo el juicio, se le veía en su expresión. Aunque siempre me he preguntado por que sucede tan depronto. Es como si todas las personas del planeta estuvieran sumergidas en un estado de colapso inminente, como si sus vidas estuviesen sujetadas por un fino hilo y buscaran cualquier escusa para cortarlo o tirar de él hasta la muerte.

Pasaron unos incómodos minutos, ya estaba casi completamente oscuro afuera, no hay que mencionar que evito salir a estas horas por motivos ya evidentes. Stan se paro, tomó su sombrero y su abrigo, no se detuvo a estrecharme la mano, ni a mirarme, no lo culpé.

Desde el umbral de la puerta volvió su rostro, un poco más compuesto pero con el dejo de locura, o pre-locura listo a ser desencadenado está vez quizá por un gato que dobla la esquina.

-Nos vemos Charles - se despidió con una leve inclinación
-Nos veremos Stan - respondí levantandome de la silla y respondiendo a la inclinación muy alegremetne, en verdad lo estaba.

Pero luego de aquello no nos vimos mucho con Stan que digamos. Nunca más de hecho.

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